Pedro Muñiz (arzobispo)
Pedro
Muñiz (San Fins de Brión, ¿? — Santiago de Compostela, 29
de enero de 1224), apodado el Nigromántico, fue un
eclesiástico y canonista de origen gallego que ocupó varios cargos
católicos de importancia a lo largo de su vida, destacando por encima de todos
el de arzobispo de Santiago de Compostela (1207-1224). A pesar de su
intensa labor dentro y fuera de la archidiócesis compostelana, el prelado pasó
a la historia por haber sido el encargado de consagrar la Catedral de
Santiago de Compostela en 1211 y por sus supuestas prácticas
nigrománticas, las cuales lo han llevado a ser protagonista de varias leyendas
populares.
Actual estado de la tumba de Pedro Muñiz en
las inmediaciones del Pórtico de la Gloria (arriba).
Detalle del epitafio latino inscrito en la lápida de bronce (abajo).
Biografía
Antes de iniciarse en la vida eclesiástica, Pedro Muñiz,
originario de San Fins de Brión, en el arciprestazgo de Amaía, vivía
gracias a unas tierras que tenía en la localidad de la que era oriundo. Pero su
vinculación a la Iglesia empezó al desempeñar, a una edad muy temprana, el
cargo de archidiácono de la Catedral de Santiago de Compostela.
Luego de una etapa en Santiago, Pedro Muñiz se trasladó a
tierras leonesas, donde inicialmente ocupó el puesto de deán de León.
Mientras desempeñaba este puesto, según recoge Lucas de Tuy en
sus Milagros de San Isidoro, tuvo que acudir junto a Martín de la Santa
Cruz (Santo Martino) para buscar cura a unas fiebres cuartanas que lo aquejaban
desde hacía meses. Después de que ambos orasen cerca del altar de San Isidoro,
Pedro Muñiz recobró milagrosamente la salud. A partir de ese momento, el futuro
arzobispo de Santiago entabló una profunda amistad con Martín y desarrolló una
gran fe en torno a la figura de San Isidoro. No en vano, a raíz de este hecho
dedicó «una muy elegante y retórica homilía en honor de San Isidoro, a quien
llama Apóstol de los Apóstoles de Cristo».
En mayo de 1205 fue nombrado obispo de León y
hasta principios de 1207 confirmó varios diplomas del rey Alfonso IX de
León y el 26 de marzo de 1206, estuvo presente y confirmó el Tratado
de Cabreros que ponía fin a las disputas entre los reyes Alfonso VIII
de Castilla y Alfonso IX. Ejerció el cargo de obispo de León hasta
principios de 1207 y en febrero del mismo año ya aparece el obispo Pelagius
Petri (Pelayo Pérez) al frente de la sede leonesa.
A comienzos de 1207 llegó como arzobispo a Santiago de
Compostela, tomando el nombre de Pedro IV. Estuvo preente en
las Cortes de León de 1218. Durante el tiempo que fue arzobispo hizo
valer su amistad con el pontífice Inocencio III para lograr
beneficios para la diócesis compostelana, se encargó de consagrar el complejo
religioso (en abril de 1211) y supo mantener la estabilidad añorada en la
segunda mitad del siglo XII. También mantuvo buenas relaciones con los
reyes Alfonso IX y Fernando III de Castilla quienes realizaron cuantiosas
donaciones y otorgaron varios priviletios a la sede compostelana.
Falleció el 29 de enero de 1224, recibiendo
sepultura, tal y como él había dispuesto, en el Pórtico de la
Gloria. Antiguamente era tradición que las procesiones claustrales se
detuviesen ante la tumba y dedicasen al desaparecido arzobispo una oración de
desagravio por la fama adquirida tiempo después de su deceso. Incluso existen
teorías que apuntan a que el popular Santo dos Croques podría formar
parte, a modo de escultura orante, del antiguo mausoleo que contenía los restos
mortales de Pedro Muñiz, el cual acabó siendo substituido por una lápida a ras
del suelo. A día de hoy todavía es posible leer en la lámina sepulcral de
bronce que recuerda a Pedro Muñiz un epitafio en latín, grabado en 1776 por el
latonero Diego Álvarez, que reza lo siguiente:
COMPOSTELANVS PRESVL PETRVS ~ IIII,
FVISTI, TE DIVINA MANVS PERDVCAT, AD DEXTERAM XPTI. OBIT DOMINVS PETRVS MVNIZ
ARCHIEPISCOPVS ~ IIII, SVB ERA, MCCLXII ET IIII KALENDAS FEBRVARII.17
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Pedro IV fuiste obispo compostelano.
Que la mano divina te conduzca a la derecha de Cristo. El arzobispo Pedro IV
Muniz murió cuatro días antes de las calendas de febrero del año 1262 de la
era hispana.
|
Fue
sucedido en el cargo por Bernardo II.
En la fotografía, Monasterio de San Lorenzo de Trasouto, en el que
según cuenta la leyenda estuvo recluido forzosamente Pedro Muñiz después de
haber sido acusado de nigromante.
Labor como arzobispo
Por aquel
entonces, era frecuente que en el interior de la Catedral estallasen trifulcas
entre los peregrinos para obtener un sitio en el que poder rezar, lo más
próximo posible a la tumba del Apóstol Santiago. Muchos de los enfrentamiento
conllevaban derramamiento de sangre, quedando el edificio execrado y cerrado al
culto hasta que el arzobispo no oficiase de nuevo el complejo rito de consagración
del templo. Sin embargo, el papa Inocencio III permitió a Pedro Muñiz sustituir
este proceso por un simple rito de bendición. También consiguió el arzobispo
que Su Santidad emitiese una bula contraria a los falsificadores de insignias
de la peregrinación (el derecho de venta de estas correspondía a la basílica
por medio de vendedores autorizados y controlados por ella) o que le permitiese
emplear el palio arzobispal fuera de las diócesis de la metrópoli.Sumamente
interesado en la cultura y en la reforma de la vida cristiana (como venía
siendo habitual en los prelados compostelanos), Pedro Muñiz también destacó
como canonista, colaborando
en el desarrollo del nuevo derecho culto de la Iglesia. Envió a sus clérigos a los studia franceses e italianos para que se
versaran en las Humanidades, y también amparó a las órdenes mendicantes instaladas en
la diócesis a sabiendas de que esto ayudaría en la renovación moral e
intelectual del clero perteneciente a ella. No en vano, esta especie de
mecenazgo sirvió para que los studia de los dominicos y franciscanos se asentasen
en Santiago en torno a 1220, casi al mismo tiempo que lo hacían en ciudades
como Oxford o París. La protección de las órdenes fue tal,
que incluso Pedro Muñiz permitió que estas desarrollasen una actividad
exegética sobre los recién descubiertos escritos aristotélicos, como eran De animalibus o los scripta minora, y empleasen los
comentarios anteriormente hechos por filósofos como Averroes o Avicena. Quedaba así demostrado su vanguardismo
en el seno de la Iglesia, pues tan solo diez años antes, el obispo de París
había ordenado quemar todas las notas y comentarios que el panteísta David de Dinant había hecho
sobre buena parte de la literatura aristotélica.
Tanto el
arzobispado de Pedro Muñiz como el de su sucesor, Bernardo II, estuvieron
marcados por la paz, y un «dejar hacer» permitió a los burgueses compostelanos
dotarse de una organización política de la que hasta el momento habían
carecido. En este ambiente tan propicio se fraguaron los primeros gremios en la
ciudad y la figura del concejo ganó una
importancia que, a la postre, acabó por desbordar a la autoridad eclesiástica.
De hecho, el trato tan benévolo dispensado a la burguesía por Pedro Muñiz hizo
que tiempo después, el cabildo catedralicio se viese forzado a designar a un
prelado combativo (Juan Arias Gallinato) en aras de preservar potestades en el
ámbito de la política, la justicia y el régimen fiscal. No obstante, no se
lograron grandes éxitos, pues la burguesía, que llegó a contar con la posición
favorable del monarca, arrebató a la persona del arzobispo diversos poderes y
privilegios
Leyendas
Fueron varias las leyendas que
surgieron en torno a la figura de Pedro Muñiz, todas ellas debidas a las
supuestas prácticas nigrománticas que llevaba a cabo. No en vano, en un
episcopologio del siglo xvi, que se conserva copiado en el Tumbo
I de Constituciones, se le califica como «Pedro Muñiz, nigromántico gallego».
También el padre Gonzaga, a través de su obra De
origine Seraphicae Religionis Franciscanae (1587), contribuyó a la expansión del
mito. Sin embargo, no existe ninguna prueba fehaciente con la que se le pueda
achacar la práctica de la nigromancia, siendo lo más probable que su fama de
«brujo» fuese debida a la elocuencia e inteligencia demostrada a lo largo de su
vida.
De entre todas las leyendas
destacan dos. Según una de estas, el prelado habría buscado entre los símbolos
de la Catedral la piedra
filosofal; mientras que la segunda, narrada por el sacerdote Amaro de González
en el siglo XVIII, le atribuye el poder de volar, del cual habría hecho uso en
una noche de Navidad. Así, el arzobispo, movido por la
nostalgia, se habría desplazado por el aire desde Roma, donde se encontraba a
consecuencia de la celebración del cuarto
Concilio de Letrán (aunque en la
actualidad se sabe que el arzobispo no se hallaba entre los 1 500
eclesiásticos asistentes) hasta Santiago de Compostela, llegando a tiempo para
cantar la última lección de maitines.
Según el padre Gonzaga, el papa Honorio II, quien también había sido
relacionado con la magia, obligó al arzobispo a recluirse en el monasterio de San Lorenzo de Trasouto a consecuencia de su interés por las
ciencias ocultas, aunque este hecho ha sido desmentido por el escritor y eclesiástico Antonio López Ferreiro.
En la imagen, una de las doce cruces de
consagración de la Catedral de Santiago de Compostela.
El dístico latino que la circunda dice «en la Era 1249 Pedro IV
dedicó este templo al sumo David».
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